domingo, 30 de diciembre de 2012

Cerrado por reformas.


Espero que 2013 sea el año de la Reconstrucción. Año de cambiar de nombres muchas cosas, de olvidar algunas caras, de aceptar que no todo es tan fácil, que no siempre los huesos aguantan el peso, de asumir que toda sabiduría y experiencia no resisten a veces la fuerza de algunas corrientes, de comprender que no se puede ganar todas las veces.


Cartas a Leire.


Querida Leire:

Me dispongo a contestar a tu email, tarde, pero bueno, más vale tarde que nunca.

Responder a un simple “¿Qué tal estás?” a veces puede resultar complicado, más si tengo que ofrecerte una respuesta que te pueda dar una idea de cómo me encuentro en este momento.

Pues bien, desde que te marchaste a Lisboa estoy un poco más ausente, ya sabes que yo siempre me estoy yendo, pero ahora un poco más. Hace mucho que este dejó de ser mi sitio. Por ahora ando buscando un nuevo lugar en el que poder crecer, de momento me he ido a vivir a Granada por una temporada, quizás su sol de invierno me haga aclararme un poco.

Ahora que está a punto de finalizar el año puedo decirte que mis emociones parecen que han ido subidas en una montaña rusa. Puede que por pretendientes que nunca pretenden, amantes que no aman, amigos que se marchan, soledad que no acompaña... Aun así no puedo decir que haya sido un mal año: viví, sufrí y amé.

Haciendo mención a esa frase que sabes que me gusta recordar tanto por estas fechas, esa que dice “Si cuando haces recuento de un año no te hace llorar de tristeza o alegría, considéralo un año perdido” te puedo asegurar que no he perdido mi tiempo, me lo he gastado en salir, beber, el rollo de siempre.

No quisiera finalizar sin decirte que te he echado muchísimo de menos, probablemente eso haya sido una de las cosas que más me ha dolido este año. Por favor no te vuelvas a ir, al menos si lo haces inventa una despedida, finjamos que la tuvimos.

Te quiero Gitana.

sábado, 29 de diciembre de 2012

- ¿Y si esta vez te quedaras?
- Salí por la puerta. No me queda ningún recuerdo.
- Vuelve e inventa una despedida. Finjamos que la tuvimos.

Tú y yo no tuvimos una despedida. Saliste de mi vida igual que entraste: de repente. Sin anunciarlo. Sin esperarlo. No me dio tiempo a decirte todo lo que se me quedó en la garganta esperando ese momento. No me diste tiempo. Saliste corriendo. Y yo me despido de ti cada día que ha pasado desde que te marchaste. Desde lejos. Sin que me escuches. Sin que me veas. Me despido de tí cada día para darme cuenta de que ya no estás. Y así, hasta que no me queden más recuerdos, hasta que me olvide de que alguna vez estuviste en mi vida.