miércoles, 30 de enero de 2013

8036.

Ocho mil treintaiseis días dan para hacer un repaso bastante amplio de toda esta vida. Tan corta aún. Nací casi sin querer. Me quise adelantar a todos los que me esperaban y decidí tomar la iniciativa. El mundo era demasiado grande para esperar a conocerle. Esa ingenuidad aún me dura, nunca la he perdido. La curiosidad, tampoco.

Heredé el gusto por las letras y por la buena música de mi padre. Y la sensibilidad, las ganas de hacer felices a los demás y la capacidad de escucha de mi madre. Y las ganas de sonreír a todas horas y ante las caras más serias de mi abuela.

Con el paso de los años fui creciendo entre vinilos de los Beatles y algunos cassettes de ABBA, paseos los domingos por la tarde, gravilla en las rodillas y lágrimas besadas por los amorosos labios de mi madre, mañanas enteras escuchando a mi padre cantar "Baby I love your way" desde su taller, veranos de playa y de pueblo, peces de colores en los estanques, reggae, piernas cubiertas por espigas de trigo, escapadas secretas en bicicleta, cuerpos cubiertos por el sol, la nieve, la arena. Besos escondidos tras las esquinas, ojos azules e infinitos, llanto de risa, de felicidad y de tristeza, cines los viernes por la tarde y caricias de la mejor abuela del mundo. Abrazos de los que paran las horas en los relojes, y besos eternos en cualquier lugar de la ciudad de las nieves. Viajes con la mente y con los sueños. Nuevas ilusiones cada día. Ganas de vivir.

Y así he llegado a ser la que hoy soy. La chica que necesita escuchar música para poder dormir, la que adora abrazarse a las sábanas revueltas cada mañana, la que coloca plantas por toda la casa para intentar llenarla de vida, la que disfruta dando saltos allá por donde va y llorando con los recuerdos, la que es capaz de llegar a cualquier lugar con la imaginación, la que añora volver a hundir los pies en arena de playa y quemarse la boca con una taza de chocolate. La que disfruta arrancando sonrisas y que le llamen loca por hacer tantas tonterías. La que cierra los ojos sentada en el alféizar por la ventana mientras escucha las canciones que le evocan recuerdos.

La que ha conseguido, con el paso del tiempo, reunir a su lado a las personas que cree que realmente merece la pena mantener a su lado. Que ya saben quienes son. Los que me hacen sonreír cada día. Los que hacen que estos ocho mil treinta y seis días tengan sentido por haber sido el camino que me ha llevado a su lado. 

Los que consiguen que desee, cada día, ir sumando al contador de mi vida.


 
¡Chin, chin!

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